Por Otilia Kusmin

Hay sabores de la niñez que no se olvidan. En mi familia mi madre era la encargada de  registrarlos y así heredé hermosas recetas de mi abuela y bisabuela. Una mezcla deliciosa de  sabores que hoy están en esa “carpeta negra”, que tuve que fotocopiar para compartir con mi  hermano. Que, si bien es médico y Profesor Emérito de la Universidad de Cuyo, también es un  gran cocinero. 

En los años 50 la leche llegaba en botellas de vidrio verde, no era homogeneizada y no se podía verter hasta que se le sacaba un gran tapón de crema. Mi abuela lo guardaba con un poco de sal para que se conservar mejor y los iba acumulando en un plato hondo. A veces se batía con un poco de agua helada y milagrosamente se transformaba en manteca. Luego se ponía sobre pan tostado y se rociaba con azúcar. Un manjar que compartía con mis hermanos. Hoy, este sabor no lo tengo solo en el paladar , sino también en el corazón. Hace unos pocos años me compré en Italia un libro cuyo subtítulo decía “Sagezza e ricette de la cucina povera di ieri” es decir Sabiduría y recetas de la cocina pobre de ayer”, refiriéndose seguramente también a elaboraciones, sencillas o cotidianas. Ese delicioso Pane Zucchero estaba entre las recetas familiares preferidas, a la hora de la merienda. 

TURRÓN DE CHOCOLATE Y AVENA  

Esta confitura era muy habitual en las mesas de cumpleaños infantiles y muy sencilla de hacer o en meriendas dominicales. En el tiempo se ha ido deformando con la inclusión de dulce de leche que lo hace demasiado dulce, para mi gusto. Aquí la receta original encontrada en un recetario antiguo de la marca Quaker, con la cual se identificaba en la época, la avena arrollada en sus dos versiones: cruda y pre cocida. 

Fundir 100 g de chocolate para taza, con 100 g de manteca, 50 g de cacao amargo, 2 C. de azúcar molida, esencia e vainilla, pizca de sal, avena arrollada de cocción rápida. Distribuir en el fondo en un molde de budín inglés. Forrar con papel manteca en el fondo, cubrir con galletitas de agua, e ir colocando el fundido de chocolate, haciendo capas con más galletitas. Aproximadamente no más de 3 cm de alto. Dejar enfriar muy bien en la heladera. Cortar en barras o triángulos, según su preferencia y convidar menos frías.

CASTAÑAS ABIERTAS AL RESCOLDO 

Siempre había algún amigo en la familia o una alumna en mi taller, que llegaba el otoño y nos traían castañas. Sólo había que hacerles un tajo en la cubierta leñosa. Colocarlas en una lata, rociarlas con vino dulce (Garnacha, Marsala u Oporto). Cuando hacíamos asado las colocábamos  sobre el rescoldo y cuando se abrían, resultaban un verdadero manjar. En Francia, en distintas regiones, es muy común ver un hornillo con carbón en las esquinas, emanando el rico perfume a castañas calientes, mientras dura el invierno. Junto a las crepes rellenas de dulce y/o crema, resulta una propuesta altamente nutritiva y reconfortante, para una ingesta rápida y contundente. 

PONCHE HELADO DE DURAZNOS . Con duraznos tardíos en vino tinto.  

Preferido de mi abuela (nos decía siempre “no es para niños”). En verano se lo preparaba en la misma mesa, como postre. En las fruterías suelen llamarlos Duraznos de Pavía. Son los amarillos, grandes que muchas veces los procesan las plantas conserveras. Ofreciéndonos los habituales duraznos en almíbar que tanto gusta a la familia y son muy útiles, a la hora de ofrecer un postre rápido. Son los últimos ejemplares del verano y a veces tardan en madurar.  

Así de simple, lavar muy bien los duraznos, cortarlos en gajos y servirlos en copas cubiertos con un buen vino tinto, bien helado con unos trozos de hielo . 

Quisiera que, al leer esta nota, disfrute junto a mí el recuerdo de alguna madre, abuela o bisabuela, preparando algo rico y amoroso, para la merienda de sus niños. 

¡Buen apetito!  

@otiliakusmin 

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