Aún nos encontramos en período Pascual, ya que el cristianismo lo extiende hasta Pentecostés. Esto nos habilita aún, para escribir sobre esta gran fiesta de la humanidad, que incluye en el hemisferio norte, también el festejo de la Primavera. El renacer de los pastos, de la siembra y de toda la naturaleza. Por analogía también, la renovación de nuestros deseos, sueños y esperanzas.

Escribí varios años en el Suplemento del Clarín que se llamaba en un principio Ollas y Sartenes y más adelante simplemente “Ollas”. En mis tiempos dirigido por Dora Videla y producido por Raquel Rosemberg, a quien tuve como alumna en mis cursos de cocina, mientras avanzaban sus estudios universitarios de Comunicación Social, ya que quería profundizar sus conocimientos de cocina. Llegó a ser una gran periodista gastronómica, pero la vida injustamente la llevó muy joven. Relataba y escribía la buena cocina, esa que a mi me gusta llamar Gourmandise.

Escribo esta nota basada en un texto pascual de mi autoría publicado en el Diario Clarín, suplemento Ollas y Sartenes en 2004. *

En muchas regiones de Europa, se observan costumbres telúricas para la época pascual. Niños cubiertos de flores y ramas de abedul van cantando y bailando de casa en casa y llevan alegría y promesas de nuevos cultivos a cambio de dulces, huevos y tocino. Otros prenden hogueras para seguir la fiesta a su alrededor, su resplandor dará tibieza y bienestar a los campos y a los más jóvenes nuevos sentimientos amorosos.

Cuando el 21 de marzo marca el equinoccio, la llegada de la Primavera –la reina de las estaciones- se presencia la esperada resurrección de la naturaleza. Tal vez la expresión más poética se encuentre en los cultos en el espíritu arbóreo de Atis y en la siembra de los jardines de Adonis. Con estos ritos los griegos se aseguraban la protección de los dioses de la vegetación y de la belleza.

Así el cristianismo entronca su máxima festividad de Pascua de Resurrección con la fiesta ancestral de la Primavera: cuando la naturaleza renace, Cristo, el hijo de Dios, resucita. Su mansedumbre, simbolizada por el cordero, está presente desde entonces en muchas mesas de Pascua, en el hemisferio norte.

Desde siempre el hombre en su pensar mágico, ha creído que, anticipando los hechos en alguna escala, ejerciendo conductas propiciatorias, provoca las cosas deseadas. En estas circunstancias todas las ceremonias están destinadas a obtener fertilidad en el suelo y resurgimiento de todo lo viviente. En el mismo marco irán surgiendo y adquiriendo valor los símbolos vinculados con este crecimiento vital, el huevo, la levadura y las liebres por su fecundidad. Y por más que en el tiempo adquieren, diversidad de formas y matices, lo común en todos es su carácter de alimento y de obsequio pascual.

La gastronomía estuvo estrechamente vinculada con las tradiciones locales, las que luego fueron incorporadas y reguladas por las religiones con mayor sistematización.

Regalar huevos tiene antiguo arraigo y su origen se remonta a la época de los fenicios. El creador bajo la forma de un huevo. Al llegar la primavera el huevo primigenio se abre y la humanidad renace, tal como se dará, aunque con una elaboración más acabada en la Pascua Cristiana.

Actualmente el huevo pintado o de chocolate es una costumbre fuertemente arraigada. También los panes con formas alegóricas con silueta de roscas o nidos llenos de huevos. En otras culturas son infaltables los conejos, las liebres y las masas en forma de pescado, pues la fiesta llega en el signo de Piscis.

El pan de azafrán es menos conocido pese a sus virtudes. Es tradicional en el oeste de Inglaterra y otras regiones de influencia cultural, es originario de Cornwall en el siglo XV, anterior a la reforma anglicana. En cambio, el azafrán fue introducido por los fenicios desde antiguo. En un principio no contenía azúcar y luego se le agregó especias y frutas que lo hacen tan delicioso. Estos pancitos son parecidos a los Cross Buns cuando se bollean pequeños con una cruz hecha en masa sin levadura y también emparentados con los Bollitos de Santa Lucia de la cocina nórdica. La masa es simple, tierna y aromática.

Unir 500 g de harina, 80 g de azúcar, 1 dg de azafrán en polvo, media cucharadita de canela, media de macis, media de sal. Agregar 25 g de levadura fresca disuelta en ½ pocillo de agua, 100 g de manteca blanda, 200 c.c. aproximadamente de leche y 1 cucharada de agua de rosas, o una pequeña si es esencia. Una vez formada la masa incorporar 150 g de pasas sultanas rubias un poco picadas, 50 g de pieles cítricas confitadas y picadas, dejar duplicar. Formar pancitos de 50 g, dejar descansar 30 minutos, decorar con una cruz formada por dos tiritas de masa dulce sin levadura, pintar con huevo, dejar levar y hornear a 200°C 20 minutos. Decorar con glasé marcando la cruz

¡¡¡FELICES PASCUAS!!! Como siempre les deseo Buen apetito y una mesa familiar llena de afecto y buenas ondas.

@OtiliaKusmin

* (Bibliografía La Rama Dorada (Magia y Religión) James Frazer – Fondo de Cultura Económica)

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