Muchas veces distintos interlocutores se asombran por mi tenaz interés por el ferrocarril y la pregunta que siempre me hacen está orientada a encontrar un vínculo de consanguinidad con él: si tengo o tuve algún padre o abuelo que haya sido ferroviario. Si bien mi abuela paterna, Juana Estévez, contaba que un hermano de su madre (un tío bisabuelo mío) que residía en Olavarría, Provincia de Buenos Aires, había trabajado como conductor de locomotoras en el Ferrocarril Sud, a esa pregunta contesto que en verdad el génesis de esta relación está ligado a mi abuelo materno Abraham Manuel Appel.

El asentamiento de mi familia en el barrio La Paternal comienza en el año 1976 cuando mis abuelos maternos se mudan desde Villa Santa Rita a la calle Espinosa al 2400. Luego, nosotros, mi mamá, papá y hermanos, desde 1994 en la calle M. R. Trelles al 2400, a pocas cuadras de la estación del Ferrocarril San Martín. Cuando era chico junto a mi abuelo íbamos hasta El Palomar viajando en tren, ida y vuelta. Es aquí que aparece el ferrocarril en mi vida como algo lúdico, ligado al descubrimiento de otros paisajes y la estación La Paternal como punto de partida.

Familia Appel – Rosenzweig. Parados: mis bisabuelos Brane y David Leib. Sentados: Anita y Abraham Manuel, mi abuelo. 1938 aprox.

Entonces podemos decir que la relación con el mundo ferroviario empieza aquí. Con la mirada o la experiencia de un usuario (con todas las características que tiene este rol) que vivió el viaje más que como un descendiente de ferroviarios que solo escuchó un relato que parece lejano, borroso y difícil de rastrear.

El yeye

El 8 de mayo pasado hubiera cumplido cien años mi abuelo Abraham Manuel Z”L, “Abrum Mendl” (en idish) como lo llamaba su madre. “El yeye” como le decíamos los nietos. “Yeye” era una deformación de “zeide” (abuelo en idish), palabra que no podía pronunciar Julieta, la nieta mayor, entonces todos los otros nietos que vinimos después heredamos esa forma particular de llamarlo.

Mi abuelo nació en Argentina a las 8 de la mañana del 8 de mayo de 1923, era hijo de David Leib Appel y Brane Rosenzweig. Inmigrantes que llegaron al país en 1921 desde la ciudad de Kielce, Polonia. Le pusieron los nombres de su abuelo Materno, así es la tradición askenazi. Unos años antes, en Polonia, había nacido su hermana mayor, Anita. Debo mencionar que mis bisabuelos, previamente, habían tenido en Europa dos hijos que fallecieron de hambre durante la trágica primera guerra mundial.

De recién nacido le pusieron aritos confundiéndolo con una beba y estuvo un mes fajado, estos son los dos recuerdos más antiguos que el “Yeye” siempre relataba. De pibe vivió en Villa Crespo, en el mítico conventillo La Paloma, ubicado en la calle Serrano y Murillo. De aquella época nos contaba sobre lo difícil que era compartir entre muchas familias un baño o una cocina, y los líos y discusiones surgidas entre inmigrantes por peleas entre sus hijos, y a la vez mencionaba el fuerte sentimiento de ayuda que había entre los habitantes de aquel inquilinato. Se crío con un arroyo Maldonado aún sin entubar y cruzarlo formaba parte de lo cotidiano. Decía que para su bar mitzva el rabino que debía enseñarle a leer la torah se quedaba dormido en las clases. Se hizo hincha de Chacarita, era de la generación que vio al “Funebrero” jugar en su cancha, ubicada hasta 1945 en el barrio.

En lo laboral, con su padre tenían un taller de confección de ropa de trabajo llamado “D y A. APPEL” ubicado primero en la vivienda de Lemos 163, barrio de Chacarita y luego en Camarones 3113, Villa Santa Rita. El grueso estaba dedicado a realizar jardineras y mamelucos para YPF.

Hizo la conscripción, un corto tiempo entre enero y marzo de 1944, en el regimiento de infantería Número 1 de Patricios. Por su conocimiento de confección de uniformes fue asignado a la ropería y también le tocó ayudar a los refugiados del terremoto de San Juan (ocurrido el 15 de enero de 1944) que desde aquella provincia eran trasladados en tren hasta Palermo para reubicarse en un campamento provisorio ubicado en el regimiento. Mi abuelo participó del armado de las tiendas de campaña donde vivirían los damnificados, diferenciando las carpas para hombres y mujeres.

También, en este año, conoció a una joven que había venido a la Capital desde Villa Allende, Córdoba, para trabajar. Ella se alojó este tiempo en la vivienda de su tía paterna, la tía Elke. Este hogar (que era una pieza) quedaba en la misma propiedad donde vivía y trabajaba mi abuelo. La jovencita se llamaba Dolores “Lola” Krivoruk Z”L. El 19 de mayo de 1945 se casaron y en 1947 nació el tío Jorge, en 1949 la tía Beti, y en 1954 Diana Rut, mi mamá.

En los años sesenta, Abraham Manuel, dejo el rubro textil para dedicarse al comercio de insumos para fabricantes de muebles: venta de clavos y tornillos, herrajes y cola para carpinteros.

En 1976 mis abuelos junto a mi mamá se mudaron desde Villa Santa Rita a un luminoso departamento ubicado en el cuarto piso de un sólido edificio construido por la constructora Purita (un clásico del barrio) en Espinosa 2445, entre Donato Álvarez y M.R. Trelles.

¡A mejaie!*

Nos legó el placer por el agua: todos los nietos pasamos veranos enteros por las piletas del gran Club Comunicaciones.

 Carnet para ingresar a las piletas del Club Comunicaciones. Temporada 1977/1976.

Casi todos en la familia fuimos socios y junto a mi abuela lo fueron durante muchas décadas, pero nunca pudieron ser vitalicios ya que no eran empleados del correo. El “Yeye” se zambullía en el agua, de una, sin preámbulos ni miedo al frio y una vez que salía a la superficie decía “!A mejaie!”. Hoy, Abigail, mi hija, también lo dice. Al entrar a la pileta o cuando sopla, las noches de verano, un lindo viento: “¡A mejaie!”. Además de las piletas de Comu tenía otros amores hídricos: el Mar Muerto y el mar de la ciudad de Tel Aviv, Israel.

 Mi abuelo, flotando en las aguas del mar muerto, Israel. 1974 aprox.

Su lenguaje arrabalero y tanguero era la mezcla de lunfardo, palabras “al vesre”, pero siempre condimentado con términos en idish. Esta forma de comunicarse me quedó grabada y es parte de la estructura de mi lenguaje.

Tuvo una nieta y seis nietos a los que vio crecer y disfrutó. Llegó a conocer a una bisnieta, y hoy el número de bisnietas y bisnietos ya es ocho en total. Solo Adam, mi primo (hijo de mi tío Jorge), es el único nieto que porta el apellido Appel. El “Yeye” falleció a los ochenta años el 23 de mayo de 2003, sus restos descansan en el cementerio israelita de Tablada.

Un homenaje a nuestro abuelo materno en el 100 aniversario de su nacimiento. En el recuerdo está la inmortalidad, que su memoria sea bendita.

* En idish. Traducción literal: “Algo que te hace revivir”. La expresión es usada como “!que divino!”, “!que rico!”, “!un placer!” o “¡fantástico!”. Agradecimiento: Abraham Lichtenbaum

Z”L es el acrónimo de “Zijronó Le Berajá” (bendito recuerdo, en hebreo), que se utiliza para referirse a una persona judía cuando ha muerto.

Ezequiel Semo es artista visual e investigador. Trabaja en el Centro de difusión e información sobre el judaísmo argentino Marc Turkow de AMIA. Accionó quince años en el proyecto artístico ABTE – Agrupación Boletos Tipo Edmondson-. Es fundador del Archivo Textil Ferroviario. Lo encuentran en las redes: Ezequiel Semo en FB e IG y No demuelan la estación La paternal en FB. Contacto: ezequielsemo@gmail.com

Foto de portada: El “Yeye” y Lola, retratados en el cumpleaños 70 de él. 08/05/1993.

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