Camino por las calles de Buenos Aires y, de repente, siento que me transporto en el tiempo. En una esquina cualquiera, como una sombra, imagino a un joven recorriendo estas mismas calles. Todo me lleva a recordar a un inmigrante francés que llegó hace muchos años a esta ciudad: Paul Groussac.

Foto: Infobae

Buscando su destino, Paul Groussac llegó a Buenos Aires desde Francia siendo apenas un adolescente. Con el tiempo, se convertiría en escritor y, durante más de 30 años, ocuparía el cargo de Director de la Biblioteca Nacional.

Nacido en Toulouse, Francia, en 1848, Groussac se radicó definitivamente en Argentina. Aquí se casó y fue padre de varios hijos. Su hija Cornelia se convirtió en su compañera inseparable y en la lectora de su padre, ya ciego.

Llegó al país sin conocer el idioma ni la cultura, pero los aprendió con tanta pasión que el escritor mexicano Alfonso Reyes llegó a decir: “Groussac, que era francés, me enseñó cómo escribir en castellano”.

Se vinculó con destacados intelectuales de su época, como José Ingenieros y Ricardo Rojas, entre otros. Con el paso de los años, se consolidó como un referente cultural y un intelectual destacado. Incursionó en múltiples campos del conocimiento: fue escritor, historiador, crítico literario, crítico teatral, dramaturgo, pedagogo, periodista y también se interesó por las ciencias vinculadas a la geografía, la filología y las matemáticas.

Su legado sigue vivo y continúa influyendo en la vida cultural e intelectual de la Argentina. Su obra sigue siendo valorada y estudiada hasta el día de hoy.

Murió a los 81 años, en el piso superior de la antigua Biblioteca Nacional, ubicada en México 564, edificio que fue su hogar en los últimos años de su vida. El 27 de junio de 1929 dejó este mundo y fue enterrado en el Cementerio de la Chacarita.

En 1897, Paul Groussac publicó, sin firmarlo, en la revista La Biblioteca (de la Biblioteca Nacional, que él mismo dirigía) su relato La pesquisa, considerado el primer cuento policial de la literatura argentina. Aquí incluimos un breve fragmento:

“Después de la comida y, si la tarde era bella, de cuatro vueltas dadas sobre cubierta de popa a proa, deteniéndonos a ratos para encender un cigarro a la mecha del palo mayor o para buscar en vano el fantástico rayo verde del sol poniente, solíamos sentarnos en un solo grupo argentino para escuchar cuentos e historias más o menos auténticas. Una noche, como alguien refiriese no sé qué hazaña de la policía francesa, el conocido porteño, Enrique M…, que había sido años anteriores comisario de sección en Buenos Aires y demostraba extraordinaria afición a sentar paradojas en equilibrio inestable, como pirámides sobre la punta, formuló esta tesis: que en la mayor parte de las pesquisas judiciales la casualidad es la que pone en la pista, basta un buen olfato para seguirla hasta dar con la presa. Y a raíz de sostener acaloradamente su aventurada opinión, que algunos combatían, nos devanó el siguiente cuento al caso, a modo de argumento irrefutable.”
(Fragmento del cuento La pesquisa)

Groussac también incursionó en la poesía. Un ejemplo de ello son estos versos de su autoría:

Rosa mystica
En mi éxtasis de niño, halléla un día
Del sacro bosque oculta en la espesura,
Cáliz de miel, corola de amargura:
Era la eterna flor de poesía.

Consuelo a mi dolor fue en la ardua vía;
Mas hoy, que alcanzo el bálsamo que cura,
Pongo en tu blanca mano, oh virgen pura,
La mustia flor de la Melancolía.

Sobre tu clara frente inmaculada
Si al inclinar su pétalo sombrío,
Sientes líquida perla allí caer:

Que es lágrima no creas, conservada
En la urna ideal del padecer,
Sino gota celeste de rocío.

Paul Groussac

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