Por Ezequiel Semo. Fuente: Periódico Voces de la Comuna 15

“¡Ya son nuestros!”. El pasado 1 de marzo se cumplieron 74 años de la nacionalización de los ferrocarriles de capital británico, un proceso político que ya se había iniciado en el año 1947 con la adquisición de las empresas ferroviarias de administración francesa. Con los años, el 1 de marzo pasó a ser el día del ferroviario en Argentina. Comparto este relato que escribí en el año 2012 como homenaje para los ferroviarios y ferroviarias que trabajaron y trabajan día a día en nuestro ferrocarril:

Esta es la historia de Luis Candioti, un auxiliar ferroviario de la estación Monte Quemado (Provincia de Santiago del Estero) del Ferrocarril Nacional General Belgrano (aquel único de trocha angosta o métrica) quien viajaba en un tren carguero en agosto de 1954  y quien aún sigue perdido en un quebrachal.

El auxiliar, en el ferrocarril, es el segundo en la jerarquía de la estación. A cargo de la misma está el Jefe de estación. Y cuando este no está, o se encuentra presente y hay mucho trabajo, delega algunas responsabilidades al auxiliar. Ademas, él puede vender boletos, llevar los libros contables, actuar como cambista y hacer cambios de vía en las playas de carga, despachar encomiendas, limpiar los faroles de las señales de brazo. O sea, un trabajo acotado al edificio, sus instalaciones y al movimiento de trenes. Este oficio no está relacionado con el viajar: o sea, es cero por ciento nómada.

¿Qué hacía entonces un auxiliar de estación desplazándose en un tren de carga?

Candioti se dirigía de Monte Quemado hacia la estación Pampa de los Guanacos (También Santiago del Estero) para retirar un equipo para lluvia (capa y botas) que había solicitado por notas a la ropería hace un tiempo, siendo el paquete  enviado equivocadamente a esta estación. Viajando en el Furgón de cola naranja en compañía del guarda tren iban a la retaguardia de un gran carguero que transportaba azúcar salteña con rumbo al puerto de Resistencia. Se divertían contando anécdotas y recordando los apodos de algunos compañeros (como “El Elefante sin cola”, “El Cigüeña”, “La Comadreja”, “Bife de liebre”, “El Reuma” y “El chancho negro” entre otros) mientras humectaban la lengua con unos mates dulces. El guarda tren quedó perplejo cuando de repente, a la altura de la estación El Caburé, este auxiliar desapareció del furgón, llevándose con él su farol de mano a kerosén. Asombrado, el guarda le hizo seña al personal de la locomotora, activó los frenos del furgón y “Los cara sucia” pararon el tren en el medio de un gran quebrachal en el norte santiagueño casi límite con Chaco. Era de noche, la vía, como quejándose, crujía por el estático peso del tren rompiendo el silencio que hasta ese momento reinaba en el lugar. El guarda saltó del estribo del furgón de cola a las vías, se acomodó en la caída usando sus brazos para equilibrarse y con sus pies se clavó al balasto con restos de carbón caído de los ténder de las locomotoras vaporeras.

Era como si el bosque de quebracho se hubiera comido a Luis Candioti. Aquella noble materia prima, que luego es convertido en durmiente, paradigma de un ecocidio pero a la vez columna vertebral del tráfico ferroviario, sostén del paso de los pesados o ágiles trenes.

Luego de dos horas el tren tuvo que seguir su marcha hacia el este, en dirección al puerto de Resistencia. Habiéndole notificado el Guarda a la policía, al personal de la estación El Caburé y al capataz de Vía y Obras.

Ahí se paseaba por los quebrachales que rodean la estación El Caburé, este auxiliar de estación. Ahora un nómada en la diáspora ferroviaria. Con su bombacha bataraza, su saco de brin, su gorra azul, sus alpargatas con carbón y el farol de mano del guarda al que inexplicablemente nunca le faltaba kerosene y el que siempre estaba encendido siendo su luz una señal, una expresión del bosque para el personal que pasaba por esa zona. Sus manos se cubrieron de carbonilla, la piel de su rostro ya era corteza.

El auxiliar Candioti solo es visto por los ferroviarios, que al pasar por el lugar distinguen la luz del farol y aminoran la marcha del tren, hacen sonar la disfónica bocina y sueltan paquetes con prendas de trabajo,  comida y botellas de vino.

Él, que nunca tuvo un apodo, ahora era llamado “El cara de quebracho” por los ferroviarios que transitaban este ramal del Belgrano que cortaba en dos a un quebrachal.

Algunos  términos ferroviarios:

Furgón de cola: Vehículo destinado a llevar al guarda de un tren de carga, así como elementos para su servicio, con el objeto de asegurar y proteger al tren, ubicándoselo siempre a la cola del mismo.

Los cara sucia: Así se le decía a los conductores y ayudantes de conductores de las locomotoras a vapor por llevar el rostro sucio por el hollín del carbón, o la madera quemada que alimentaba a la caldera.

Balasto: Capa de material que se coloca para sustentar la vía y repartir las cargas uniformemente. En este caso piedra partida.

Personal de Vía y Obras: Empleados encargados del mantenimiento de la vía. Trabajan en cuadrillas, y se desplazan por la vía usando unos vehículos ferroviarios de pequeño tamaño llamados zorras.

Tender: Vehículo que se acopla a la locomotora de vapor, a fin de llevar  los aprovisionamientos necesarios para ésta: combustible y agua.

En Léxico  de los servicios de tráfico de la empresa. Secretaria de Transporte, FERROCARRILES ARGENTINOS. 1967.

Ezequiel Semo es artista visual, investigador. Accionó quince años en el proyecto artístico ABTE – Agrupación Boletos Tipo Edmondson-. Es fundador del Archivo Textil Ferroviario. Lo encuentran en las redes: Ezequiel Semo en FB e IG y No demuelan la estación La paternal en FB. Contacto: ezequielsemo@gmail.com

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