Hace más de 40 años se reúnen en Chacarita la mística de barrio y el rock. Está situado frente al cementerio en la intersección de la avenida Jorge Newbery y la calle Rodney. En esta reseña contamos algunas de las historias de este mítico bar del barrio de la Comuna 15. Nota: Jorge Demaría

“Salgo a caminar sin rumbo en un día cualquiera, pero un día cualquiera puede ser mucho más, hacia la parte de atrás de un cementerio, cruzando un parque llego a un bar”. Así comienza la letra de la canción “El Bar de la calle Rodney”, corría el año 1991 y Diego Frenkel, líder de La Portuaria, inmortalizaba en música este bar ubicado en el barrio porteño de Chacarita. Efectivamente si uno va a conocer el bar, tiene como referencia al Cementerio de la Chacarita y su inmensidad, hacia atrás y cruzando un parque lleno de árboles y flores, se llega a la calle Rodney al 400, esquina Jorge Newbery. Con mesas en la vereda, un toldo de chapa, sillas de madera y un par de amigos tomando unas cervezas, el Rodney me da la bienvenida. Al ingresar suena una banda under, “Anónimos”, me llama la atención ver a dos o tres chicos entre 8 y 10 años. “Son hijos de unos músicos” me dice uno de los comensales. La intención es hablar con Adrián “Harry” Igualador, dueño del bar desde que reabrió sus puertas en julio de 2015, cuando le compró el fondo de comercio a Ramón Quintana su antiguo propietario, pero lo encuentro descargando cervezas, como un empleado más. Me quedo a un lado del mostrador de la barra contemplando el orden y la cantidad de bebidas que hay, una pegadita a la otra, cuando se acerca un muchacho y me dice: “¿Vos estás buscando a Harry, no?”. Luego de mi afirmativa respuesta me invita a sentarme a tomar y comer algo, “Pedile a Sole lo que quieras, soy Hernán, amigo de Harry, bah más que un amigo un hermano”, me dice con mucha amabilidad. Sole es una camarera del bar, muy simpática y buena onda, que me trae unas papas fritas con un chop de cerveza, mientras la banda “Anónimos” hace los últimos bises. Hay sólo hombres que beben vino y fuman tabaco, pero en el aire hay algo especial, es pleno invierno y una ola de calor invade, como sucede a veces en toda mi ciudad. Lo dice La Portuaria, pero puedo comprobarlo, será que en sus comienzos en los años 30 el lugar funcionaba como un almacén de ramos generales con expendio de bebida, una típica “pulpería” donde por ser zona de fábricas, galpones y “La Quema”, era un punto de encuentro obligado. El lugar conserva la estética de aquellos años con el nombre del bar grabado en el cristal, las paredes con madera típica de los bodegones, y sobre todo cierta mística que sólo tienen algunos lugares característicos de Buenos Aires. Mientras miro con asombro como Harry ayuda a llenar las heladeras, le pregunto a Hernán si ese grandote de casi dos metros es de verdad el dueño, y me dice entre risas “Ah sí, acá todos nos ponemos el overol”. Adrián Igualador, alias “Harry”, es músico desde hace más de 25 años, bajista de “Los Perros”, la banda de Gabriel Carámbula. Conoció este lugar en 2005 cuando empieza, sin dudas, la etapa más ligada al rock. Carámbula, que vivía cerca del bar, fue uno de los pioneros en cambiar el vermouth entre parroquianos por las “Zapadas de los jueves” en las que participaron Charly García, Juanse, Cristian “Pity” Álvarez, Zeta Bosio y otros populares artistas. Desde ese momento se enamora del lugar y forja una amistad con Ramón Quintana, quien fue el artífice en 1978 de transformar el lugar en bar pero con la impronta de conservar la arquitectura de sus comienzos y darle lugar al mito de la calle Rodney. “Ciudad de brujas y de asfalto, un puerto sin salida al mar, si navegar es tan preciso, hoy voy a sentarme en el bar, a viajar, perdiendo el tiempo, perdiendo el tiempo yo voy a viajar…” El videoclip de “El Bar de la Calle Rodney” fue filmado un día cualquiera y con la gente habitué del bar, antes de que la crisis de los ´90 inaugurara uno de los tantos cierres. Ya antes y siendo el año 1956, el Rodney había servido de locación para una película del gran Ángel Magaña y en 1974 para una película con “Palito” Ortega, mientras seguía funcionando el viejo almacén. En 2008 Se filma la película “Rodney”, del cineasta Diego Rafecas (fallecido en 2017), así como varios comerciales para televisión. David Byrne –ex Talking Heads- realiza junto a Diego Frenkel su video “Hoy no le temo a la muerte”, donde se lo ve al artista escocés nacionalizado estadounidense detrás del mostrador con la guitarra y la cortadora de fiambre. Ahora y mientras “La banda de Tucho” se apronta al escenario, Harry prueba sonido con un bajista colega, entonces Hernán se acerca y se disculpa por no poder charlar más tiempo, “pasa que los viernes explota”. Casi no es necesaria la entrevista formal, todos ahí saben que hace unos años pasó Rod Stewart y dejó su impronta, nadie olvida mencionar ese acontecimiento y señalar el escenario que se mezcla con la caja registradora, las bebidas en filita y las mesas. Allí donde conviven desde el punk hasta el rock, desde el funk hasta el blues. Harry se “baja” del escenario al ras del piso, me da la mano y me dice “Ahí donde estás sentado me tomé un whisky con Francis Ford Coppola”. Fue cuando el famosísimo director acompañado de Vincent Gallo quiso conocer el underground porteño y de paso aprovechar para tapear y deleitarse con un buen tinto. Salgo un momento a la calle, el lugar comienza a llenarse, en su mayoría de músicos, aunque me pareció reconocer entre la gente al actor Luis Luque. Al lado del número 400 en la pared del local se aprecia una placa de mármol donde dice “Bar Rodney Declarado Sitio de Interés Cultural – Legislatura de la Ciudad – 2013”. Adentro se escucha un cover de Pappo´s Blues, “Route 66”. Justamente fue Pappo quien a principios de 2000, insiste en reabrir el bar que había cerrado en los ´90 y es así como un día después de su entierro, un amigo del “Carpo”, Damián Cesanelli, se encarga de los trámites necesarios para que ese sueño se cumpla. Mientras Harry saluda a Juanse y otros músicos amigos, como Cachin Invernazzi y Militta Bora, los invitados, por llamarlos de alguna manera, no se inmutan ante la presencia de figuras del rock y del arte. Dice Harry: “Es todo muy familiar, acá no hay cholulismo, y eso es lo que se intenta conservar del Rodney, que se pueda charlar, estar cómodos, aunque haya muchos artistas famosos en el lugar, la gente no molesta y somos todos parte de lo mismo”. El 22 de febrero el Rodney festejó su 40º aniversario con el lanzamiento de un DVD, “Rodney Live Sessions”, que recopila los shows de más de diez bandas que pasaron por el escenario del entrañable bar a lo largo de estos años. El material está grabado en vivo y representa un gran legado cultural para el público y las bandas que participaron. Se espera para este año el lanzamiento del volumen dos y ya hay una convocatoria abierta. “Pasate y mañana y seguimos la charla”, me dice Harry casi como pidiendo perdón, pero la nota está en mi mente, sentarme en ese bar, escuchar buena música, saborear una buena comida y disfrutar de unos excelentes tragos, me permitieron viajar y descansar. Adoro descansar entre la gente, charlar o dibujar, sentado en cualquier bar, en cualquier lugar.

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