Por Cecilia Della Croce y Manuel Germano

Anoche fue la última función de estas dos semanas del regreso de Drácula, la creación de Pepe Cibrián y Ángel Malher, que finalmente logró volver al mítico espacio que lo vio nacer en 1991, el Luna Park, con la mayoría del elenco original para celebrar 30 años de romance con su público, los fans de la comedia musical en Buenos Aires. Sin embargo, si no pudiste disfrutar de este impresionante acontecimiento teatral, se anunció que habrá una nueva oportunidad, ya que la despedida se prolongará en una gira y en octubre con funciones en el Movistar Arena.

Con este regreso, en el Luna se vive un festejo único arriba y abajo del escenario. La energía y la emoción de las 5.000 personas que colmaron las plateas cada noche son palpables y se cristalizan en el momento maravilloso de la obertura que antecede el segundo acto. Allí, la orquesta en vivo le pone música a una danza de miles de “antorchas” desde los celulares iluminados, y las voces de los espectadores corean las inolvidables canciones que los fans de Drácula han atesorado fielmente en el recuerdo de tantas funciones a lo largo de estas tres décadas de éxito.

La magia se mantiene también arriba de las tablas donde cada personaje arranca una ovación ante su sola aparición en el escenario. Gran parte de los artistas del elenco original han vuelto a vestir los trajes de los roles principales: Juan Rodó, protagonista indiscutido como este Drácula, monstruoso y a la vez seductor y atormentado, en un rol que parece haber sido creado para él; Cecilia Milone que asombra por la potencia de su voz y la presencia dramática que el tiempo le ha aportado a su Mina de antología; los impecables Laura Silva (Nani), Pehuen Naranjo (Van Helsing), Karina Levine (La Condesa) y tantos otros que iniciaron su carrera con Pepe Cibrián y se han convertido en estrellas de la usina de talento del teatro musical argentino. Completan los protagónicos centrales Josefina Scaglione que compone una Lucy increíble y Mariano Taccagni, un Jonathan para el que parece que el tiempo no ha pasado.

El hechizo se mantiene intacto, como si el propio Conde Drácula hubiera derramado su alquimia de inmortalidad sobre este musical “larger than life”, que marcó un hito al convertirse en un éxito masivo, y se despide como un verdadero fenómeno teatral, recibiendo una catarata interminable de aplausos, que resonará en los oídos de sus creadores y hacedores como un enorme “Gracias”.

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