El 2 de diciembre último hubiera cumplido 98 años mi abuela materna Lola Krivoruk Z”L. Por Ezequiel Semo

Me gustaría recordarla transmitiendo una historia que siempre contaba. Ella la escuchó y tomó de su madre. Trataré de relatar esta historia como Lola lo hacía.

Leike (Luisa) Bumaschny, la mamá de Lola, nació en el año 1900, justo como el siglo XX. Eran nueve hermanos, hijos del mismo padre, Samuel Bumaschny y distintas madres: los dos mayores eran de una, y Leike y los seis restantes eran hijas e hijos de Aida. Ellos vivían en Yusefpol, un típico shtetl* que está relativamente cerca de Odessa, en esos años parte del imperio Ruso, hoy Ucrania.

Uno de los hermanos mayores de Leike tuvo que hacer el ejército zarista tocándole caballería, justo con el miedo que él le tenía a los caballos. Este julepe** desapareció tras un excelente desempeño, tanto, que llego a ser instructor. Durante la primera guerra mundial este hermano marcha al frente contra los alemanes. Paralelamente, Leike, ya una adolescente, enferma gravemente por una epidemia  que causo más muertos que la misma guerra (¿Gripe española? Lola citaba a un bichito que habitaba en el agua).

Sentados, los abuelos de Lola Aida y Samuel Bumaschny (Mis tatarabuelos). Detrás de la pareja, en ambos lados, están Rosa y Gitl (Catalina) las tías de mi abuela y la del medio es su mamá: Leike, mi bisabuela. Imperio Ruso, 1914 aprox.

Una noche, la fiebre subió tanto que ella estaba por fallecer. Entre la elevada temperatura y la batalla de los anticuerpos que peleaban contra el virus soñó con su hermano mayor: él volvía del frente de batalla, se aparecía en la pieza y con sus manos extendidas le daba, le entregaba un puñado de joyas. Milagrosamente Leike supero la noche y mejoró notablemente, pero del frente llegó la trágica noticia de que su hermano, herido gravemente por el fuego enemigo y sin poder ser rescatado por sus compañeros había fallecido en el campo de batalla. Esa triste novedad más el sueño de Leike hicieron que Samuel visitara al rabino del pueblo para contarle la presencia onírica. Los rabinos representaban una figura muy importante ya que además de ser guías religiosos, espirituales  tenían el carácter de jueces  y  como consejeros eran una suerte de lo que hoy entendemos como un psicólogo: al igual que el patriarca Iosef interpretando el sueño del faraón de las vacas flacas que comieron a las vacas gordas en Egipto, y separados por miles de años, el rabino de Yusefpol leyó el sueño de mi bisabuela y su interpretación fue que en la metáfora de las manos con las joyas, el hermano con su muerte entregó su vida, y esa vitalidad perdida fue traspasada a la salud de Leike, casi como un sacrificio.

Detalle, retrato de Leike. Su mano apoyada en el hombro izquierdo de su padre y un colgante

Siempre disfrute esta historia, la podía (y podría) escuchar una y otra vez. Siempre me encandiló y particularmente encuentro en este relato algo mágico. Tal vez por la magia de las personas que funcionan como puentes y que dan vida a esos parientes que ya no están y que no conocimos. Así era Lola, su memoria, su lengua: su español, su idish y el lunfardo eran un puente entre nosotros y aquellos: Los David, las Leike, Brane y Golde, Shime y Frime, la tía Elke y Sara, Feter (Tío) Yosl,  Gitl y Oizer, Tuba: Lola daba vida a los muertos. Lo creo y lo digo, en el recuerdo está la inmortalidad.

*Shtetl: en idish, Pueblito.

**Susto, miedo.

El autor es artista visual e investigador. Trabaja en el Centro de difusión e información sobre el judaísmo argentino Marc Turkow de AMIA. Accionó quince años en el proyecto artístico ABTE – Agrupación Boletos Tipo Edmondson-. Es fundador del Archivo Textil Ferroviario. Lo encuentran en las redes: Ezequiel Semo en FB e IG y No demuelan la estación La paternal en FB. Contacto: ezequielsemo@gmail.com

Foto de portada: Retrato de Lola en su departamento de Espinosa 2445, La Paternal. Foto: Florencia Levy. 2015

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