La vecina de La Paternal que cambió las planillas por las tablas, el café y la actuación.


María Soledad Vázquez, conocida en redes como Sole Mendiburu, es una mujer multifacética. Vecina de La Isla en el barrio de La Paternal, supo reinventarse tras dejar su carrera en marketing y apostar a dos pasiones: su cafetería de espíritu europeo y el teatro, donde comenzó después de los 40 años. En esta entrevista nos cuenta su historia de transformación y vocación.

¿Cómo llegaste al barrio y a tu propio local?

Me llamo María Soledad Vázquez, aunque en redes sociales estoy como Sole Mendiburu. Soy del barrio, vine a vivir a La Isla de La Paternal a los 13 años. Antes trabajaba en marketing, en Cencosud, en Jumbo… y en paralelo empecé a soñar con otra vida. Así fue que nació el café.

—¿Cómo fue ese proceso?

En un viaje a Europa, especialmente a Italia, me impactó la cultura del café, el espacio de encuentro. Yo estaba en mis 30 y me empecé a preguntar qué tipo de mujer quería ser. Esa experiencia me inspiró muchísimo, sobre todo ver la fuerza de las mujeres allá. Al volver, pasaba todos los días corriendo frente a este local. Un día la dueña me dijo: “Lo voy a cerrar, pero te doy prioridad a vos porque sé que vas a hacer algo lindo para el barrio”. Fue como una señal.

—¿En qué año abriste?

En 2015 empecé con la idea, y en 2016 abrí oficialmente. En ese momento no había panadería ni café cerca, así que decidí apostar por un despacho con panadería, tortas y café. Mientras tanto, seguía trabajando en marketing hasta que el emprendimiento empezó a caminar solo.

—¿Cómo impactó la pandemia?

En 2019 viajé de nuevo a Italia para mis 40. Pero ese mismo año llegó la pandemia. Fue un golpe fuerte. Ya había dejado mi trabajo en Cencosud porque el café me requería tiempo completo. Durante la cuarentena pude seguir abriendo porque era considerado un comercio esencial, pero no podía contratar empleados. Fue muy duro. Me quedé sola. La dueña del local ya había fallecido y recuerdo que una noche soñé con ella. Le preguntaba cómo seguir.

—¿Cómo nace tu camino en el teatro?

Después de la pandemia me replanteé todo. Tengo tres hijos, y sentí que me faltaba algo. Yo quería ser bailarina clásica de chica. Hice ballet, salsa, incluso algo de actuación improvisada. Pero algo me llamaba más fuerte.

—¿Y cómo diste el salto?

Me contacté con Agustín León Cruz, director de teatro, y me aceptó en sus clases. Me dio un monólogo de Lady Macbeth. ¡No sabía dónde me estaba metiendo! Pero me encantó. Escuché un podcast que decía que si dedicás 10 minutos al día a leer o memorizar algo, avanzás mucho. Así que me levantaba a las 4 o 5 de la mañana antes de abrir el café y memorizaba fragmentos. Un párrafo por día. Con eso armamos funciones para familiares y luego audicioné para otras obras.

—¿Qué hiciste después?

Participé en El Jorobado de París y también en Aquí no podemos hacerlo, donde tuve dos protagónicos. Eso fue mi primer gran éxito. El personaje de Alice en el Teatro Seminari fue muy especial. Fue darme cuenta de que esta vocación siempre estuvo ahí.

—¿Qué referentes tenés?

Admiro mucho a Julio Chávez. En dirección, me fascina cómo trabaja Pepe Cibrián. Es apasionado, detallista, un verdadero maestro. También sigo formándome: estoy tomando clases de danza con Eleonora Cassano. No para el Colón, claro, pero sí como entrenamiento.

—¿Y en lo audiovisual?

Me interesa mucho el cine. Me gustaría actuar en películas. La actuación frente a cámara tiene algo que me llama desde otro lugar.

—¿Qué te gusta del barrio?

La Isla es un rincón muy especial. Está aislada del ruido, tiene alma de pueblo. Hay mucha gastronomía, arte, cultura audiovisual. Me pone contenta que colegas tengan éxito y sean reconocidos acá. Hay estudios de grabación, talleres, eventos como La Gran Paternal. Es una zona muy viva.

—¿El café sigue siendo tu base?

Sí. El local abre a las 8:18. Viene gente del barrio, de la facultad, de oficinas. Es un espacio de encuentro, más que un negocio. Acá también se sueña.

—¿Y qué esperás del futuro?

Seguir creciendo. Como actriz, como persona. Me entusiasma el cine, las historias, el poder contar algo desde el arte. Y también seguir conectada con la gente, ya sea desde el escenario o sirviendo un café.

—¿Dónde te encontramos?

En redes, me pueden buscar como Sole Mendiburu. Ahí comparto tanto lo que hago en el café como lo teatral.

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