Fuente: Periódico Voces de la Comuna 15 (Por Ezequiel Semo)
“(…) da tono de actualidad e interés a una visita por aquel mundo pintoresco y extraño, que (…) se agita y actúa en el vasto perímetro de los Corrales, que van pronto a pasar, como otras cosas típicas del Buenos Aires antiguo, a la categoría melancólica de tapera, barridos por el progreso. Representando a este respecto por los Nuevos Mataderos de Liniers”. A. Bartolomé Mitre y Vedia. “Los Corrales, página sangrienta”, en Caras Caretas Nº 22. Buenos Aires, 4 de marzo de 1899.
“Cuando uno muere, no muere él: muere el mundo que conoció, muere lo que vio, muere lo que le contaron (…). Se va con él una mirada, una memoria, tu propia historia”.
Arturo Pérez-Reverte
Pensado y construido a finales del siglo XIX, inaugurado a principios del siglo XX, los nuevos mataderos y el mercado de hacienda fueron instalados desde sus inicios en los márgenes de una ciudad que comenzaba a desarrollarse y crecer ya fuera del centro primitivo y colonial. Hoy, ya entrados en el siglo XXI, vemos que el Mercado de Hacienda de Liniers sigue ahí, un poco desvencijado pero con una presencia estoica. Como me dijo en una de las visitas Oscar Badolato, cafetero del Mercado, el barrio entero trocó su nombre por el de Mataderos pero el mercado sigue siendo “De Liniers”. Tal es su fuerza de pervivencia en el tiempo.
Sabiendo que era inminente su cierre y mudanza a un nuevo predio en Cañuelas (Provincia de Buenos Aires), ahora como el MAG – Mercado Agro Ganadero- entre agosto de 2021 y abril de 2022 fui en varias oportunidades hasta el barrio de Mataderos para ingresar al mercado con la intención de observar, escuchar, leer, oler, registrar: ser testigo de los estertores de este pedazo de historia que está por extinguirse (¿O transformarse?) luego de 121 años de vida. Creo que por medio del arte pude llegar a vivir y ser parte del final de su existencia, de su longeva historia.
En este tiempo charle con sus trabajadores, tomé fotos, pregunté y observé, encontré una herradura en medio de un cúmulo de bosta, me llevé impregnado en la ropa su perfume: el penetrante olor a orina y bosta del ganado, vi el cielo gigante y el vuelo de las bandadas de palomas entre las pasarelas, escuche el ruido del agua desbordando los bebederos de los corrales, mire a los ojos a los animales, conocí las ruinas ferroviarias, instalaciones que servían al transporte de ganado por ferrocarril.
De La Paternal a Mataderos, de Mataderos a La Paternal. Comparto estas tres crónicas que escribí.
Lo pequeño del gigante
121 años de historia, tuvo dos estaciones de tren, tiene dos colosales tanques de agua, recuerdos que mencionan el record de 30.000 animales ingresando en una jornada, en él funcionó el Frigorífico Lisandro De La Torre, último matadero de la Ciudad de Buenos Aires, más de cinco especies han convivido en las 34 hectáreas: bovinos, porcinos, ovinos, insectos, aves, humanos, caninos y equinos, más de dos mil corrales, muchas avenidas, le dio la identidad a un barrio, una inmensa campana de bronce.
Sin embargo el Mercado de Hacienda de Liniers es también en sus pequeños detalles. En lo mínimo está su vitalidad. Les puedo contar que la primera vez que lo visité, en la base de un inmenso cúmulo de bosta, encontré una herradura pero prefiero contarles sobre las puertitas que uno va cruzando cuando deambula, atraviesa el mercado. Desiguales en tamaño y forma, son pesadas, macizas. Con distintos herrajes y al parecer (a la mirada del lego) instaladas de forma caprichosa. Crujen al abrirse, chillan y se cierran con fiaca, rebotan al golpear.
Ellas comunican espacios, permiten atajos: ¿Surgieron por una necesidad?, en el sitio especifico donde están, ¿Por algo?, ¿Quién las habrá realizado?, ¿Estarán hechas con restos de corrales?, ¿Quién las habrá atravesado?, ¿Quién se acordará de ellas?.
Un descanso en lo de Bocha
Rubén y Darío Díaz, padre e hijo, se toman unas gaseosas luego de una jornada laboral.
La cita es en el boliche de Bocha. Lo atiende Javi Piorno, tercera generación dedicada a la gastronomía en el mercado.
Javier me contó:
“El boliche lo empezó mi abuelo hace muchísimos años. Primero arrancó con la bici, que era un triciclo grande, y él cocinaba los codillos de cerdo. Lo hacía en una olla, tenía la garrafita, todo… Le sacaba la carne y hacía sándwiches de codillo de cerdo. Iba por ahí, dentro del mercado, vendiendo. Y después, un día, lo topo un animal, le tiro todo y ahí lo vio Benito Pujol, que es el de la casilla, de la consignataria Pujol y le dio un lugar, que es donde estamos nosotros ahora. Hasta el día de hoy. Mi abuelo era Enrique Piorno y Pujol le dio este lugar. Y acá empezó vendiendo sándwiches de fiambre con gaseosas. Después más o menos a los doce años empezó mi viejo con él y un tío mío, el hermano de mi papá. Mi viejo se llama Enrique Piorno también, y trabajó hasta casi jubilarse. Hasta los setenta años más o menos, y dejó de venir. Más o menos en el 90 y pico ingresan mis hermanos. Ariel y Miguel Piorno, ellos trabajaron acá vendiendo sándwiches, gaseosas y cerveza. En el 96 mi viejo empezó con la parrilla. Vendió matambre, vacío y chorizo hasta más o menos el año 2020, que yo dejé de hacer por la merma de gente, la merma de entrada. Yo arranqué en el boliche más o menos en el 99, venía a la mañana al mercado y después terminé el secundario en turno noche. Todos tuvimos vaivenes, nos hemos ido a trabajar a otros lados pero bueno, siempre volvimos”.
La furia de los toros
Vaquillonas, novillos, vacas lecheras, toros y hasta búfalos de agua. En mis visitas al mercado quise también documentar a los animales. Registrar a los que podía, preguntar sobre ellos. De su existencia, de ellos, luego no queda absolutamente nada. El ganado (Primero bovino, porcino y ovino, hoy solo bovino) es otra gran parte de la historia del mercado: su procedencia de distintos puntos del país, su relación con los reseros, su olor, las mosquitas que vienen con ellos, la sorpresa al ver alguno astado, las miradas, las pestañas, los torpes resbalones, su suerte.
En mi cuarta visita fotografié a dos toros, si no me equivoco Angus. Uno de ellos había roto el corral N° 21 la madrugada del 26 de noviembre de 2021. Sector Gananor- Pujol.
Agradecimiento: Al periodista Matias Longoni, a Eduardo Crouzel Gerente del CCPP, a Laura Ford y Ramón Gómez, a los gauchos del asfalto Facundo Denegri, Rubén y Darío Díaz, Ángel González, Adolfo “Chiquito” Asis, Flia. Vilaro y David Badolato, a la banda del atracadero y a los trabajadores de la oficina de atracaderos. A Gustavo Salvini, quien trabajó entre 1959 y 1972 en la estación Mataderos del FCDFS.
Ezequiel Semo es artista visual, investigador. Accionó quince años en el proyecto artístico ABTE – Agrupación Boletos Tipo Edmondson-. Es fundador del Archivo Textil Ferroviario. Lo encuentran en las redes: Ezequiel Semo en FB e IG y No demuelan la estación La paternal en FB. Contacto: ezequielsemo@gmail.com
Epigrafe correspondiente a la foto de portada: Llevando la hacienda ya vendida por una de las avenidas o mangas a uno de los atracaderos
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